México, 11 Jun. (Notimex).- La fiesta patronal dedicada a San Antonio de Padua, que se lleva a cabo el 13 de junio, representa una importante celebración en la que se manifiestan elementos identitarios y fragmentos de las cosmovisiones de los mexicaneros o nahuat de Santa Cruz Acaponeta, Nayarit

 El etnólogo Eugeni Porras, quien se ha dedicado a investigar a ese pueblo indígena, señaló que la ceremonia surgió durante el encuentro colonial entre estos pueblos y los misioneros franciscanos españoles, quienes evangelizaron la zona.Durante la ceremonia se renuevan los cargos religiosos de los encargados del templo y de sus imágenes, y negocian entre ellos para el mantenimiento de autoridades propias, en un largo y tenso proceso de apropiación, detalló en un comunicado el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).Porras indicó que frente al momento que viven los pueblos originarios de todo el mundo y, en este caso, del Gran Nayar, la fiesta dedicada a San Antonio de Padua, encierra, junto con otras celebraciones, la potencialidad de resistencia de muchos grupos indígenas.Agregó que estas manifestaciones contribuyen a mantener su identidad como pueblos diferenciados, por lo que sugirió a todos los interesados en la riqueza multicultural del país, a coadyuvar a preservar estas celebraciones a través de la difusión.Con la intención de contribuir a esa labor, Porras escribió una crónica en torno a la Fiesta a San Antonio de Padua, en la que explica que junto con la celebración a la Santa Cruz, el 3 de mayo, se trata de la fiesta más importante entre los mexicaneros o nahuat de Santa Cruz de Acaponeta.Durante la celebración las danzas juegan un importante papel ya que están presentes en la mayoría de los actos que componen las celebraciones, los cuales comienzan con las danzas de arco, bailes a ritmo de violín que se realizan dentro de la iglesia y con los cuales se recibe el día de San Antonio.Igualmente, al interior del templo, la rezandera se encarga de iluminar los santos con velas y sahumados con copal por la rezandera, mientras que afuera, en medio de bailes se hace presente el viejo de la danza provocando la sonrisa de la gente con sus gestos y actitudes.Un animado trío le toca "Las mañanitas" a la imagen del santo y le canta varias canciones en el oscuro espacio del templo, al mismo tiempo que se prepara una mesa con atole de chocolate, vestigio del antiguo uso ceremonial del cacao, y pan que primero se ofrece a la tierra y a los cuatro rumbos, y luego se distribuye entre danzantes y asistentes para combatir el hambre y el frío", describió Porras.Ya al mediodía, la gente coloca una o varias mesas en las que se instalan las autoridades, identificadas por las varas de mando que cada una porta, también se sitúan cohetes, vino de agave y cigarrillos, para llevar a cabo continuas invitaciones entre las autoridades salientes y las que entrarán a reemplazar los cargos religiosos.En un ambiente alegre y festivo, el gobernador ofrece un discurso sobre el significado de la fiesta y tiempo después se acerca la tarima a la mesa de las autoridades para invitar al zapateado, "pero al menos en esta ocasión nadie se anima a usarla", detalló el etnólogo.Una vez que se dan a conocer las nuevas autoridades religiosas, éstas son presentadas ante las imágenes de los santos en el interior de la iglesia, a cada uno se le entrega una corona sencilla envuelta en un paliacate mientras que son, a la vez, generosamente sahumados con copal.Luego, les despojan las coronas y las unen todas a una de las cintas de colores que vienen del santo patrón y se concluye la ceremonia cuando cada quien besa el báculo de San Antonio para incorporarse ya como autoridades legitimadas, siempre entre cantos y alabanzas de los asistentes.El etnólogo finalizó su narración con la tradicional cocina comunitaria de leña y con fogones de barro, donde se preparan los alimentos que se reparten a todos los asistentes para concluir la fiesta de San Antonio de Padua.Porras es investigador del Centro INAH-Nayarit, estudioso de los grupos étnicos más desconocidos del país, aquellos que, según define, tienen mayores dificultades para reproducirse culturalmente y preservar sus tradiciones.Junto con el arqueólogo Francisco Samaniega, Porras dedicó una temporada a visitar las comunidades mexicaneras y tepehuanas de Nayarit, observando sobre todo sus ciclos festivos.Producto de sus estudios creó el texto "Pueblos olvidados de Nayarit: etnografía visual de mexicaneros y tepehuanes", editado por el INAH-Nayarit y la Universidad Autónoma de Nayarit, obra actualmente agotada, y el video "Ceremonialidad e identidad entre mexicaneros y tepehuanes".

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